Me invitaron a jugar en un equipo de fútbol siete, o Uruguayo, como le dicen. Ese deporte popular, variable del fútbol que nos acerca a un ambiente competitivo pero urbano. Hace tiempo que tenía curiosidad de ver si lo que encuentro analizando partidos por mí cuenta tiene aplicación práctica en la vida diaria, por así decirlo y la ocasión fue propicia: como no llegó la persona que me invitó al partido y eramos ocho jugadores (dentro juegan seis y el portero) naturalmente en el primer tiempo me quedé en la banca.
Lo que iré escribiendo tiene como intención llevar un registro de mi intento de influir tácticamente en un ambiente muy poco exigente y que si tú has llegado hasta aquí, encuentres conceptos que puedas aplicar en tu equipo de fútbol 7. Quizá con el tiempo vaya detallando tamaño de cancha y otros aspectos, por ahora, describamos el primer paso.
Nuestro Equipo
Salió mi nuevo equipo con un 2-1-3. Dos jugadores se quedaron atrás como defensas centrales, por delante de ellosestaba el mediocentro ("el que la mueve") y atacando tres jugadoress con muchas ganas de marcar goles y que se repartieron las bandas y la punta, pero que trataban de hacer siempre movimientos fuera dentro. Creo que antes de que me invitaran apenas habían jugado un par de veces juntos, y la falta de ideas se notaba. Al contrario que el otro equipo.
El rival
Aprendí hace muchos años (Como diez) que cuando tu rival, en el fútbol de los que nos lesionamos la rodilla y no pudimos ser profesionales, tiene cara de ser muy bueno, resulta de nivel bajo, y viceversa. El primero que apareció de los rivales cuando llegué a la cancha tenía una sonrisa inocente y parecía más práctico en cambiar pañales que en jugar la pelota (probablemente así me vea yo también). A excepción de dos chamacos, el resto se veían apacibles y hogareños.Cuando entraron a la cancha los rivales demostraron que se conocían y sabían jugar. Dividieron el equipo en dos: tres defensas y tres atacantes, con papeles muy específicos. El tipo de la sonrisa, que llegó primero, jugaba como falso delantero y era un enganche que pisaba la pelota y buscaba encontrar a un compañero en banda, además de canalizar la salida de balón de su equipo. A su izquierda, venía un atacante que daba equilibro defensvio recorriendo arriba y abajo su carril exterior. Su llegada parecía más la un lateral, pero normalmenete arrancaba muy arriba y tenía libertad de subir. Pero el engranaje clave estaba en la derecha de nuestro rival. Un muchacho delgado y muy técnico que era el encargado de dar los pases finales. Él era "el que la movía" de su equipo y como estaba muy escorado en la banda y adelantado, no tenía muchas dificultades para soltar su repertorio de pases de primera intención, conducciones y remates. Al estar estirando la lona y no por dentro era dificil hacerle un dos a uno y siempre gozaba de ventaja en el uno a uno.
Primer tiempo
Lo resumiré rápido: a los tumbos, el equipo trataba de encontrar los delanteros y que hiciesen lo que mejor se les ocurriera. Como no estaban organizados, nunca bajaban a tiempo para defender, pero sí se alejaban de la portería inconscientemente, arrancando muy alejados de la meta.
Los contrarios no dudaban: recuperar y salir con el "punta". Este elegía la banda para tocar: a la izquierda, su compañero lanzado ganaba metros y se la devolvía al punta, que ahora sí tocaba a la derecha. De no ser así y desde el principio tener la opción de la derecha, se la daba al talentoso del equipo sin perder tiempo. ¿Qué pasaba? Cuabndo la pelota llegaba su derecha (nuestra banda izquierda) los dos centrales tenían que recorrer y dejaban su espalda descubierta, donde el atacante que rocorría loa banda llegaba libre de marca. A veces, los defensas no recorrían a tiempo y el mismo jugador de la derecha finalizaba por sí mismo. Al medio tiempo nos fuimos perdiendo cuatro a uno, con cuatro goles calcados uno tras otro. Nosotros anotamos en un descuido que permitió a dos delanteros ir contra un sólo defensa.
Segundo tiempo
Como estaba yo fuera de campo, pude observar todo lo sucedido, y por lo mismo, los jugadores de mi nuevo equipo me preguntaron que ví en el desarrollo (no saben que me gusta analizar tácticamente). De hecho, ya me habían pedido en pleno partido que gritara que estaba mal y quienes no corrían, pero no lo hice por una razón: el momento en el que yo empezara a dar ordenes y acomodarlos (era mi intención), sin que me conocieran, sería muy delicado: si les caía mal, me verían como un profesor poniendo orden en la clase y su natural rebeldía (todos menores de 20 años) se activaría. Pero si lo hacía bien, con autoridad y en el momento preciso, podían verme como un personaje que de verdad sabía y transmitirles al mismo tiempo confianza y autoridad.
Primero les expliqué por qué nos marcaron cuatro goles: tres contra dos, donde el recorrido de los centrales dejaba un hombre libre que nuestro mediocentro no llegaba a cubrir. Les diije que ibamos perdiendo no por mecanismos de juego ni porque el rival se conocieses, sino por un tema de posicionamiento.
Con firmeza, lo segundo que hice fue decirle a los tres delanteros que entre ellos decidieran quien descansaría en el segundo tiempo. Querian que yo eligiera, pero era arriesgado tomar decisiones tan duras de inmediato. Me limite a explicar que yo entraría como central para crear una línea de tres y hacer frente con igualdad numérica los delanteros del otro equipo. A fin de cuentas, el que salió fue otro defensa, así que reconvertí un delantero en lateral derecho, su perfil natural, y al otro central, que lo hacía bien, lo mande de lateral izquierdo a pesar de ser diestro. A los dos delanteros que quedaron les pedí que se mantuvieran juntos y que jugasen cerca del área enemiga, sin recorrides defensivos, es decir, que no bajasen. Luego platiqué con nuestro "cinco": corría mucho y tenía habilidad, pero le faltaban instrucciones. Él sería el enlace, el único mediocampista: cuando no tuviesemos la pelota, debía recorrer el carril central para ahogar las jugadas que fueran a la banda y para evitar que alguien encarase al central (a mí) o disparase desde la forntal. Si la teníamos nosotros, debía recorrer por dentro también, acercandose a los delanteros lo más posible. Fuí claro. Nuestro mediocentro sería el jugador que más iba a correr del equipo. Finalmente, el toque final: instrucciones, pocas y sencillas. Los defensas manteniamos la posición. Si la teníamos, balón directo a los delanteros. Los delanteros buscar remate de inmediato, de donde fuera. Si no podían girar, pasar al mediocentro que debía llegar de segunda línea y éste debía disparar. Sin la pelota, el lateral izquierdo (nuestro mejor defensor) con el delantero de la derecha (su mejor jugador), el lateral derecho con el delantero de recorrido y entre el mediocentro y el central ahogar al falso delantero.
Faltaba lo más difícl, que el plan resultaba bien. Entrar al campo era una cosa, pero de que lograramos dar una buena imagen dependía que yo quedara como alguien que supiera de qué hablaba y no como un charlatán. Nada más empezar la segunda parte, generamos dos tiros de esquina y luego marcamos. Entre los jugadores se comentó al instante que hacíamos las cosas bien y al confianza subió. Atrás anulamos los ataques del rival con el emparejamiento y saber que teníamos dos delanteros esperando agilizó la salida de balón y redujó el esfuerzo del equipo. Una vez que los dos puntas comenzarón a jugar más arriba, los animé a presionar cuando los defensas rivales quisieran sacar la pelota jugada. En el segundo tiempo marcamos tres goles y nos hicieron uno, peridendo 5-4. El gol que nos marcaron fue debido a que se lesiono nuestro lateral que sabía defender, y su suplente, menos experimentado, perdio un balón que le pasó el portero. Gajes del oficio. Pero veremos si podemos seguir trabajando en esa idea el próximo partido.