Hay
dos hechos innegables en la carrera de Joel Campbell. El primero es
que se trata de un jugador talentoso, sobre todo en el apartado
técnico, en el que está por encima de la media de la Liga MX. El
segundo, que su carrera ha ido de más a menos, quedando, en resumen,
a deber. Su trayectoria a día de hoy es de esas que suenan más
espectaculares si se invierte el orden cronológico de las mismas.
El
costarricense está peleado con el gol de manera casi sobrenatural
(el que hubiera sido su primer tanto con la casaca esmeralda, por
ejemplo, fue anulado ya festejado varios minutos después) y no es
precisamente fijo en el
esquema de Ambriz, pero para el fútbol que desarrolla el Club León
es un elemento clave. Para comprender ésto, es necesario distingue
entre su posición y su función.
Joel
podría ser definido como un volante, porque se trata de un jugador a
caballo entre la banda y la mediapunta, pero que es de carácter más
ofensivo del necesario poder ser considerado un interior, sin la
explosividad para atarlo a la banda o sin la facilidad de generar
goles para ser atado a la mediapunta. Entonces, ¿qué lo hace
necesario para el esquema de Ambriz?
Más
allá de probar que tiene un guante para centrar, Campbell ha
destacado por su inteligencia
y comprensión del juego. Contra
una Fiera que hacía volar a Mena al contragolpe o que ofrecía
creatividad para romper defensas cerradas, pero que tampoco tenía
miedo de de juntarse en el
tercio rival dejando a un central de contención y al otro central
para cortar los contragolpes, los rivales entendieron que la mejor
defensa era un bloque compacto muy bajo y esperar una contra con
suerte.
Es
ahí, cuando los caminos se cierran, que el casaca número 8
esmeralda se convierte en la llave. Joel entiende cuando retener la
pelota, cuando soltar el pase de primera, si jugar horizontal o
vertical, si moverse a cargar el área o retroceder para aclarar la
jugada, si disparar o centrar. En suma, entiende como agilizar la
circulación de balón cerca de la portería rival y hacerla más
peligrosa para el rival, algo que nadie en el cuadro tiene como
virtud. Algo que lo hace diferente y necesario.
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