Dicen
que Dios no castiga dos veces, pero nadie dice que no lo haga tres. Y
así sucedió en aquella sucesión de diciembre de 2014 y enero de
2015, donde el Club América salió campeón, le quitó a Matosas al
Club León y después, para echar más sal en la herida, le ganó el
primer partido del Clausura 2015 en el Estadio Azteca ya con Gustavo
en el banquillo emplumado.
Aquella
sucesión de eventos desafortunados en los que todo parecía salirle
bien al equipo de Coapa empaño, merecidamente, la salida de Matosas
de la institución esmeralda. La ensució, mejor dicho, porque
incluso las formas no fueron las mejores, apreciándose una falta de
honestidad y de lealtad alarmante. Pero a partir de dichos sucesos se
ha intentado manchar y minimizar más lo logrado por el entrenador
charrúa.
Matosas
pagó el haber buscado una sustancial mejora económica y de atención
(algo muy válido y nada reprochable) con la pérdida del impacto de
su discurso. La fuerza motivadora de su discurso impacto a la
ideología esmeralda y se impregnó de garrá ganadora. Un nuevo
Uruguay nació en el centro del bajío mexican
o, donde jugadores como
Luis Montes se convirtieron en fieras que luchaban hasta la última
gota de sangre.
En
el Club América, con jugadores acostumbrados a los mimos más que a
los sacrificios, el impacto emocional de Gustavo se perdió y no lo
ha vuelto a encontrar desde entonces. Incluso él se desnaturalizó
de manera innegable según atestiguan sus palabras que provocaron su
despido de la selección tica. Su ir y venir como vagabundo de los
banquillos ha dado pie a más argumentos para demeritar su papel en
el Club León más histórico: no defendía bien los contragolpes,
sufrió para calificar, Rafa Márquez salvaba la táctica y la
motivación…
El
León de Matosas fue la consecuencia de muchas circunstancias pero no
se entiende ni hubiera pasado sin el entrenador uruguayo. Suyo fue un
León que basculando la pelota con un 4-4-2 metía al rival en su
propio tercio del campo, como hacía entonces el Athletic Club de
Bielsa y terminaba las jugadas con combinaciones de las que el
Liverpool de Klopp estaría orgulloso.
Suyo
fue el León que abría a uno de sus dos puntas, estiraba la defensa
rival y permitía llegadas de segunda línea de Carlos Peña, el que
Montes se convirtiera en el mejor falso extremo de la liga, un
interior de posesión con alma de Diez acompañado de un jugador que
de limitado tácticamente llegó al mundial y a entender como frenar
a Messi (“Gallito” Vázquez). Su León recuperó a dos bestias históricas como Márquez y Mauro Boselli, que sometieron a voluntad la Liga y dieron inolvidables exhibiciones en la áreas.
Suyo
fue también el cambio de 4-4-2 a 4-3-3 gracias a ver la polivalencia
de Cárdenas y Loboa y que permitieron remontar a Cruz Azul FC y
lograr un histórico bicampeonato, trofeos que se encadenaron con
ascenso y maracanazo en libertadores incluidos. Y sí, el equipo de
Matosas no terminó bien, pero pese a que se buscan épocas donde no
se puede valorar el juego, a que se olvidan los mecanismos de su
equipo o a que incluso se usa su vida personal para hacerle perder
puntos, nadie podrá negar que es una figura histórica del Club
León.
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