Si hay una salida cuya explicación no puede ser deportiva, es
la de “Aris” Hernández. El lateral izquierdo, historia viva del Club León
(Marcó el gol de la victoria ante Querétaro en el regreso de la Fiera a Primera
y cerró la final contra América) se va a las Chivas de Guadalajara, un equipo
que en el nuevo milenio tiene más cambios de propietario que títulos. Más allá
de la perdida sentimental, de un jugador que formaba parte de la gloriosa base
que ha acompañado al Club León en sus éxitos de la presente década, Hernández
es un lateral cuyas condiciones técnicas e interpretación del juego le hacen
único en la Liga MX.
Marcado por la no llamada de un vengativo Miguel Herrera a la
selección y por ende al Mundial donde un diestro ocupó el puesto de lateral
izquierdo (!), a Hernández, como otros jugadores esmeraldas, se le abrió la
opción de buscar equipos mediáticos para dar el salto al fútbol europeo o
entrar en una convocatoria a la selección mexicana.
Sin embargo, tras una campaña donde la sombra del compromiso ensombreció
la confianza de la afición en los jugadores y varios de ellos fueron señalados,
el “Aris” parece ser uno de los que paga el plato en la confianza de Pizzi.
Sería la única razón para que un equipo que mantiene sus mejores jugadores a
costa de complicarse nuevos fichajes deje marchar a un jugador que valía
bastante en los dos esquemas tácticos que uso Pizzi en el torneo pasado.
Cuando el Club León alcanzó su máximo nivel durante la era
Pizzi (lo tuvo, no es broma) los laterales fueron fundamentales. “Fer” Navarro
y “Aris” aportaban algo que está alcance de muy pocos jugadores de banda: juego
interior. La zona de creación era muy visitada por los laterales, que ayudaban
en la circulación y presionaban muy arriba. En realidad, sabían mantener la
pelota con tranquilidad y esperar el momento justo para filtrar la pelota hacía
Boselli o encontrar algún extremo. Intérpretes de calidad para la idea, ambos
aportaron al equipo dos mediocampistas más en su juego, que además realizaban
sus recorridos puntualmente y defendían adecuadamente. Si bien se Hernández se
alejó del área y con ello la latencia de su peligrosa diagonal entrando al área
para disparar, su peso en la liberación de Carlos Peña suponía un plus al equipo,
en aquel León en el que Pizzi pedía a sus laterales que se alejen de la versión
clásica de lateral pegado a la cal y en su lugar traten de arrancar a la misma
altura que Peña y Vázquez, utilizando carriles interiores. El objetivo es que
vayan de frente a la jugada, ofreciendo opciones para que circule la pelota
pero también para que ellos mismos pueden tomar decisiones que terminen en
situaciones de gol. Así, cuando toman la pelota, en la banda tienen una opción
de pase para abrir el juego y en el horizonte otean a los delanteros que
realizan movimientos de ruptura.
El problema llegó con el cambio de sistema, propiciado
primero por expulsiones y lesiones y Hernández ya no se encontró más. La pérdida
de confianza del equipo cayó en picada y la espalda del leonés se convirtió en
autopista para el rival. El que haya durado sólo dos partidos aquel 4-4-2 que
funcionó defensiva y ofensivamente explica mucho de la terrible campaña
leonesa.
De cualquier manera, la realidad es que el aporte defensivo
que pueda dar Velarde, el más apto para sumar en esa posición, será mayor, pero
no podrá presentar las soluciones creativas, ni ofensivas ni la definición que
tenía el jugador de Guadalajara. “Aris” por fin tendrá los reflectores, pero
falta ver aún como funcionara en el equipo de un entrenador que suele limitar
la aportación ofensiva de sus laterales y exige una mayor interpretación de
defensa posicional que de ataque.
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