La selección volvió a certificar un vergonzoso torneo de Copa
América, ahora en Chile 2015, tras una derrota donde el combinado ecuatoriano,
apodado también tricolor, desarrollo un mejor fútbol a lo largo de noventa minutos
contra la selección mexicana. Al cúmulo de despropósitos tácticos, técnicos y
morales de Miguel Herrera, se han sumado su hija y una disputa con Martinoli,
el popular narrador de TV Azteca. Usualmente no trató de centrarme en cosas
extra cancha, pero la frase que incendió a “La
Pioja” (quién avanza en el mundo del periodismo deportivo gracias al
apellido de su padre, porque su
capacidad intelectual es… cuestionable) me parece muy digna de analizar. Más
aún, porque engloba todo el problema que supone el ciclo de
Miguel Herrera al mando de la selección.
Pueden, si desean leer el artículo donde tocamos las formas
de Herrera como DT: http://falso9blog.com/13/09/2014/si-yo-fuera-miguel-herrera/
La frase en cuestión fue la siguiente:
"México necesita un entrenador, no un porrista"
Y es que en verdad, lo que es Miguel Herrera es eso. Un
porrista. A la frase de Martinoli, ventajista y contundente, le modificaría un poco.
Es que México necesitó un porrista. Y ahora sí necesita un entrenador.
Tras ganar los JJOO de Londres 2012, la selección mexicana en
su nivel mayor comenzó una inexplicable caída que terminó con el año de los
cuatro entrenadores, un 2013 que vio rodar sucesivamente las cabezas de
“Chepo”, Tena, Vucetich y la entronización de Miguel Herrera como entrenador
nacional. La situación en las eliminatorias mundiales era angustiante, millones
de dólares estaban a punto de irse a la basura y en el plano deportivo los
dirigentes no daban con la tecla para que el equipo con mayor nivel individual
de la zona lograra sumar en la tabla del hexagonal y asegurar su asistencia al
mundial de Brasil 2014.
Las razones del brusco descenso del nivel y las perdidas
contra los rivales de puntos increíbles fueron varias, algunas irrisorias, como
quienes atribuyeron la crisis del seleccionado al amistoso celebrado con USA en
el Estadio Azteca en 2012, tras los JJOO, o las más naturales atribuyendo a la
rigidez del sistema del “Chepo” y su actitud descuidada, o la falta de
compromiso de los elementos que militan en Europa.
En todo caso, la elección cayó sobre Miguel Herrera no para
recomponer el rumbo, sino para ganar una eliminatoria de repechaje en contra de
Nueva Zelanda. En aquel entonces campeón de la Liga MX, Miguel tenía un equipo
americanista que aprovecho bien la idea de su 5-3-2 y el impulso anímico que
significo ganar de milagro la Liga MX contra Cruz Azul. Y la cosa salió bien,
el TRI saldó sin mayores apuros el repechaje y selló su boleto para el Mundial
de Brasil.
Salió bien porque en ese momento, en dos equipos entre los
que mediaba tanta diferencia (México y Nueva Zelanda) Herrera era justo lo que
necesitaba la selección para sacudirse la depresión en la que estaba sumido. Un
hombre tan pasional como el “Piojo”, cuya vida tiene periódicamente episodios
de violencia, tanto física como verbal, cuyos festejos temperamentales, que rozaban el rídiculo se hicieron famosos, despertó a los jugadores. Les infundió
el ánimo necesario, los convenció de la victoria. Pero desgraciadamente, la
clasificación al mundial ocultó todos los males: las carencias de Miguel como
táctico, el sistema que corrompe campeones mundiales y los vuelve jugadores del
montón, los amiguismos en la federación.
Lo mejor que le pudo haber pasado a México en 2013 hubiese
sido quedar fuera del mundial. El impacto económico hubiese despertado a los
dirigentes como una bofetada y el aficionado hubiese comenzado a exigir
drásticamente. Desgraciadamente, se fue al mundial y a pesar de que lo
disfrutamos, las carencias de Herrera como estratega (me remito al artículo más
arriba citado) nos dejaron fuera contra Holanda. No fue el penal de Robben,
fueron las decisiones del Piojo. El mismo Piojo que palnteó mal una final contra el formidable León de Matosas y cayó humillado. Ahora atrapado en una espiral de verborrea y
cayendo en un precipicio de vulgaridad, se aferra a la esperanza de ganar una
Copa Oro donde se enfrentará al mejor portero de México, a quien menospreció
por no prestarse a sus juegos en los que, desgraciadamente, tiene atrapados a
Montes y otros elementos del Club León.
México necesitó un entrenador porrista para superar su depresión y volver a competir, a creer en su talento. Ahora necesita un entrenador de verdad porque el que tiene ha degenerado en payaso, quizá por tanto mental-fitness.
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